miércoles, 27 de febrero de 2013

Soy un árbol

Por: Angie Paola Vargas Escobar




Erase una vez... Yo al principio esa muy pequeño, era una semilla. Al hacerme como es actual, me convertí en una planta con el tronco más duro que el de una rosa, con las hojas más pequeñas que las de una col, con las raíces más fuertes que las del trigo. Era un vegetal cualquiera, mas delgado que una Ceiba, mas esbelto que la encina más alta, que un árbol de navidad. Era un árbol cualquiera. 

Lo mas bonito que tenía  eran mis hojas que me servían para respirar aire. Las hojas eran pequeñas. Mis yemas abundantes en mi capa verde; siempre y cada vez mi peso aumentaba. Pasó el tiempo y me iba haciendo mayor hasta que un día descubrí que a mi lado pasaba una árbola ; yo quería ir con ella pero a los arboles o podían trasplantarlos. Como no podía desplazarme, mandaba  recados con los insectos, con los pájaros y con el viento.

Gracias a eso nacieron más arboles, habíamos formado un bosque y éramos felices con el búho, con los conejos, los zorros, los hongos, la hierba y los enanitos de Blancanieves, que de vez en cuando venían a hacernos visita. A los hombres les gustaba mucho el bosque, la sombra, la hierba fresca, las puestas de sol, pero también les gusta beber refrescos, fumar, cazar y leer el periódico.

Un día un hombre colocó un cartel, puso unas vallas y vendió el bosque por que aquel era un hombre al que le gustaba beber, fumar, cazar y leer el periódico.

Yo fui el último en caer; a mi lado estaban mi hijo de 180 años, mi hija de 100 años, mi nieto de 40 años y mi nieto de 25 años y mi árbola, que como algunas mujeres, no quería decir su edad. Se fueron despidiendo de mí los pájaros, los insectos, las ardillas, los topos, los conejos, la hierba. A ellos los llevaron a un almacén de madera: los pinos a las aserradoras, la encina para astillas, el roble para el carpintero, a los otros los convirtieron en otras muchas cosas. Yo me quedé solo en medio del campo, aburrido, desnudo, viendo como pasaban los días. Vino el verano, llovió y salió el sol.

 Los árboles nos alimentamos por la raíz, sobre todo cuando llueve, y a mí me debió quedar un pedacito de
raíz por que empecé a alimentarme.

E tiempo siguió avanzando y pasó un día, otro día y otro día. Una semana, otra semana, otra semana, un mes, otro mes, otro mes y allí a mi lado estaba mi árbola y ahora estamos esperando que empiecen a venir pajaritos, los insectos, las ardillas, los topos, los hongos, los enanitos y Blancanieves.






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